El primer domingo de
invierno de 1918 la
temperatura acariciaba los 0
grados. Aquel fue un día
particular: la Ciudad
amaneció cubierta por un
espeso manto de nieve, y
regaló un panorama que nunca
más pudo volverse a ver.
Según informa en su sitio
web el Servicio
Meteorológico Nacional, el
fenómeno de la nieve se
observó por última vez el 27
de julio de 1928, si bien la
nevada más importante tuvo
lugar con anterioridad,
durante los días 22 y 23 de
junio de 1918.

Fotografía de la Plaza de
Mayo tomada desde los
balcones de la
Casa Rosada
En 1967 también hubo una
nevada, aunque muchísimo más
leve. Apenas unos copos
cayeron y se fundían casi al
tiempo de tocar el piso.
Dicen los que saben que la
ciudad de Buenos Aires nunca
ha de haber recibido grandes
ni frecuentes nevadas. No
porque las bajas
temperaturas (menos de 3º C)
o las altas humedades no lo
hubieran ameritado, sino
porque el tipo de vientos
que soplan por estas tierras
hacen que generalmente el
frío intenso venga
acompañado de "buen clima"
(falta de nubosidad), y sin
nubes no hay lluvia ni
nieve.

Muñeco de nieve realizado
por los porteños de la época
Otra factor que incide para
que la ciudad de Buenos
Aires no tenga un clima tan
riguroso es la "isla de
calor" que se forma sobre
nuestra cabezas y a nuestro
alrededor debido a la
intensa actividad
desarrollada por nuestro
conglomerado social.
Algunos, pensando en este
argumento, se animaron a
decir que sobre Buenos Aires
nunca más caería nieve, o al
menos que la presencia de
esta sería cada vez más
improbable a medida que
nuestra megápolis creciera
más y más.
Cabe destacarse que en el
mismo año de la nevada
(1918), y luego de
trascurridos algunos días,
la temperatura subió hasta
los 29º C, y en agosto
alcanzó los 31º C.
Carlos Davis
NdR: Para ubicarnos en la
época diremos que: en el
mismo año en que los
porteños soportaron la
histórica nevada vieron también nacer al Balneario
Municipal de Costanera Sur y
asistieron a la aceptación
por parte del Poder
Ejecutivo de una chacra
situada en Olivos, legado de
Carlos Villate Olaguer, que
años más tarde se
convertiría en la residencia
presidencial.
El día después
La mañana siguiente a la
gran nevada fue para los
vecinos del barrio un motivo
más de asombro. Lejos de
haber quedado fundida en el
olvido, la nieve continuó
presente hasta bien entrada
la mañana. Incluso, en horas
del mediodía y ya con el sol
a pleno, se podían observar
varios techos de tejas
cubiertos por manchones
blancos.
El Parque Nicolás Avellaneda
no escapó a este fenómeno,
y supo mostrar a los vecinos
que lo recorrieron en las
primeras horas de la mañana
una apariencia extraña,
mágica, casi impensada a la
luz de lo hasta ahora visto
y conocido.
Juan Ricci, vecino del
barrio, nos acercó algunas
históricas
tomas del Parque Avellaneda
que pueden dar testimonio de
lo hasta aquí narrado.



Tampoco escapó de la nevada
el campo de juego de nuestro
Club Atlético All Boys,
quien en estas fotos
(enviadas por Leonardo Gabes)
da muestras de lo ocurrido.

