UNA EXPOSICIÓN
FOTOGRÁFICA SOBRE NUESTRO AYER
En busca del
tiempo perdido
27/01/2010
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El Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco
continuará desarrollando durante
los sábados y domingos de enero y febrero una exposición
fotográfica sobre el Buenos Aires del ayer. La muestra "En
busca del tiempo perdido, un recorte de vida cotidiana entre
1880 y 1910" podrá ser visitada de 11 a 17 horas en
Hipólito Yrigoyen 1420 con entrada libre y gratuita. Algunos
de los ejes temáticos de la exhibición son: Jacobo Peuser y
su trabajo en las artes gráficas (editor de almanaques con
fotografías de la ciudad), las familias más tradicionales,
los festejos del centenario, los extranjeros, los
artistas, las modelos del ayer, etc.
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La propuesta
resulta siempre atractiva: reconstruir a través de la
observación de viejas fotografías la forma en que los
porteños vivían y sentían, trabajaban y soñaban. Pocas cosas
pueden resultarnos tan cercanas y a la vez distantes,
extrañas y sin embargo conocidas, como las imágenes del
pasado de una ciudad que nos pertenece. |
La muestra fotográfica
abarca la época que va desde 1880 a 1910. A través de
las imágenes (agrupadas en series temáticas) se puede
ampliar y enriquecer la lectura de la vida cotidiana de los
porteños de aquella época.
Algunos ejes
temáticos
El alemán Jacobo
Peuser: llegó con su familia a la Argentina en 1855,
tenía 12 años. Se radicó en Paraná y luego en Rosario, donde
se formó en las artes gráficas. Emigró a Buenos Aires una
década después y, rápidamente, se convirtió en el referente
editor por excelencia. De sus talleres de Barracas emanaron
postales, láminas, álbumes, guías y almanaques, los cuales
lograron reunir a los mejores fotógrafos locales: Harry G.
Olds, Gastón Bourquín, Samuel Rimathé, Federico Kohlmann,
Samuel y Arthur Boote, K. J. Moody, Christiano Junior,
Alejandro Witcomb, Benito Panuzi, Luigi Bártoli, Francisco
Ayerza y Antonio Pozzo entre otros.
Las familias más
tradicionales: vivían al sur de la Plaza de Mayo y
tenían sus quintas de veraneo en Belgrano, Flores o
Barracas. Exhibían su éxito económico, posando delante de un
telón pintado en los estudios fotográficos o llevando al
fotógrafo a sus casas. Las convenciones sociales continuaban
en el barco y los viajes representaban años de permanencia
en las capitales europeas, donde adquirían las vistas de los
lugares recorridos, la ropa de alta costura y los objetos
suntuarios con que atiborrarían sus casas al regreso.
Los festejos de 1910:
la conmemoración de los eventos de la semana maya quedó
relegada por la obsesión de presentar en sociedad una
república pujante, abierta a la inmigración calificada y
digna de ubicarse en el concierto de las naciones más
civilizadas. Para lograr su cometido, la clase dirigente no
escatimó medios para modernizar la ciudad que aún guardaba
rastros de aldea y se esforzó para ocultar la otra cara,
sucia, discriminada, que se hacinaba en los conventillos,
que poblaba los burdeles, que se aterraba con “la fin del
mundo” y coqueteaba con utopías anarquistas y socialistas.
Los extranjeros:
para el 1900, la mitad de la población de Buenos Aires era
extranjera y desde dos décadas atrás, el arribo sistemático
de contingentes ultramarinos no había cejado. Sólo se redujo
brevemente durante las dos guerras mundiales, floreció en
los períodos de posguerra y se apagó poco a poco, pasada la
mitad del siglo XX. Desde entonces, las voces, los oficios,
las comidas, las luchas sociales y sus legítimos reclamos no
serían los mismos, y el inmigrante, aunque nunca fue
considerado parte de la historia nacional oficial, se
constituyó en el anónimo y multitudinario actor de la
Argentina moderna.
Amantes de la
realeza: prime donne de la lírica o el teatro, modelos
de las casas de alta costura, bailarinas exóticas, divas del
café cantante, fue el destino rutilante, muchas veces fugaz,
de las más afortunadas. Gracias a sus talentos tanto como a
sus vidas desmesuradas, llegaron a ser tan famosas que
podían ser reproducidas en una serie de figuritas de
cigarrillos.
En definitiva, la
muestra se encarga de exhibir los sueños, actitudes,
esperanzas y convicciones de una sociedad fragmentada que
muy despaciosamente comenzaría a construir el llamado "ser
nacional" (quizá no único, seguramente diverso) que
sintetizaría las luces y sombras de cada una de las almas
que hicieron su aporte a la llamada "porteñidad".
Carlos Davis
Fuente:
Prensa
Museo Isaac Fernández Blanco