Los Mandalas acompañan
al hombre desde tiempos
inmemoriales y están
presentes en las
diferentes culturas. Al
observarlos, pintarlos o
meditar con ellos,
podemos entrar en un
camino mágico y de
sabiduría, que nos lleva
de regreso a quienes
somos realmente y
también nos ayuda a
conectarnos con el
Universo del cual
formamos parte.
En momentos de crisis o
peligro, la Humanidad ha
vuelto, de diferentes
formas (como se observa
en producciones de
pueblos originarios) a
lo circular. Esta
búsqueda natural de
autorregulación se ve
acrecentada cuando en lo
externo las personas no
encontramos respuestas a
las necesidades más
profundas del ser.
Su diseño geométrico nos
transmite estabilidad y
equilibrio. De esta
manera, podemos
recuperar nuestra
armonía innata y
creatividad.
El Mandala puede ser una
guía para ubicarnos en
nuestro centro más
profundo y así integrar
los diferentes aspectos
de nuestra vida. Puede
ayudarnos también a
superar la sensación de
desintegración que tan
frecuentemente se
experimenta hoy en día.
A medida que
profundizamos nuestro
conocimiento en el
Mandala, el potencial
guardado en nuestro
interior comienza a
manifestarse cada vez
con mayor intensidad.
“El pájaro dispone su
nido y la araña teje su
tela. Los planetas giran
en torno al sol y las
partículas bailotean
alrededor del núcleo del
átomo. Una sabiduría
remota parece haber
trazado cada rincón de
la naturaleza a partir
de un planteo circular.
Sólo algunos hombres
(también sabios)
supieron que si creaban
formas similares, el
espíritu humano estaría
acompasado con el ritmo
del universo; así
nacieron los mandalas,
diseños sagrados
inspirados en los
secretos de la
Naturaleza. A los
mandalas tradicionales
los artistas
contemporáneos han
sumado nuevas y variadas
combinaciones, este
interés por una forma
arcaica y profunda es un
murmullo de salvación,
un indicio de que somos
muchos los que aspiramos
a encontrar la armonía
invisible dispuesta por
un gran Geómetra.”
Fuente: Prensa
Ministerio de Cultura GCABA -
www.losmandalas.com.ar -
Julio Sánchez