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AZUCENA, MARY Y ESTHER

Homenaje: por las Madres de Plaza de Mayo

24/07/2005 - El domingo 24 de julio, en la Iglesia de la Santa Cruz se rindió un homenaje a Esther Ballestrino de Careaga, María Ponce de Bianco y Azucena Villaflor de De Vincenti, primeras integrantes de Madres de Plaza de Mayo, cuyos cuerpos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense.

En esa misma Iglesia, donde se reunían con familiares y militantes de los Derechos Humanos para saber qué pasaba con sus hijos y familiares, fueron secuestradas Esther y Mary, un 8 de diciembre de 1977. Dos días después, cerca de su domicilio, fue Azucena la tercera, entre los tantos que el ex represor y asesino, Alfredo Astiz, bajo el seudónimo de Gustavo Niño, simulando estar en busca de un presunto hermano secuestrado, había señalado (como espía infiltrado dentro de las reuniones semanales) para que se las llevaran.

Este domingo 24 de julio fue distinto. No hubo misa, simplemente un homenaje que prepararon los pasionistas de la Santa Cruz, con el Padre Carlos Saracini conduciendo el acto, a través de canciones y palabras que enaltecieron la jornada y que tuvo las voces de los familiares de las tres mujeres, que podrán por fin tener su merecido descanso en paz.

 “Esa flor que crece en los escombros contra toda posible predicción. Colorida, rebelde, decidida, yo soy la flor que vuelve, soy yo que vuelvo en flor...Y te tomo la mano cada jueves al marchar en tu mandala de amor. (...) Es mi venganza de amor contra su odio, estar viva como ayer porque nunca murió, no duerme, no descansa, tan sabia y subversiva, poderosa la esperanza porque nunca murió, no duerme no descansa, tan sabia y subversiva poderosa la esperanza.”

Rescatamos algunos de los puntos más importantes de una tarde hermosa y dolorosa. La Iglesia estaba atestada de gente. Los familiares estaban secundados en el altar por las Madres de Plaza de Mayo, por Abuelas de Plaza de Mayo, por la agrupación HIJOS, por Familiares de ex detenidos y desaparecidos y por ex detenidos. En una de las primeras enunciaciones se citó al escritor y periodista checoslovaco, asesinado por los nazis, que exhortó “Sólo pido una cosa, los que sobrevivís a esta época no olvidéis. No olvidéis ni a los buenos ni a los malos. Reunid con paciencia testimonios sobre los que han caído por sí y por vosotros. Un día, el hoy pertenecerá al pasado y se hablará de una gran época y de los héroes anónimos que han hecho historia. Quisiera que todo el mundo supiese que no ha habido héroes anónimos. Eran personas con su nombre, su rostro, sus anhelos y sus esperanzas y el dolor del último de los últimos no ha sido menor que el del primero cuyo nombre perdura.” Cada uno y cada una que desapareció merece ser recordada y recordado, que sus historias se multipliquen, que todo permanezca.

Compartieron sus palabras el capellán Bernardo Hughes: “Veneramos a Jesús en crucifijos de madera y lo crucificamos en hermanos de carne y hueso”; Alba Lanzillotto (de Abuelas): “Y ahora están aquí, de vuelta en la tierra de la libertad y el compromiso, de donde habían sido arrancadas con otros compañeros”; un joven que recientemente había recuperado los cuerpos de sus padres y se permitió compartir lo que ello significaba para él y lo que significa para los deudos de Esther, Azucena y Mary.

“Todo está guardado en la memoria, sueño de la vida y de la historia. La memoria despierta para herir a los pueblos dormidos que no la dejan vivir libre como el viento”

Con “La memoria” de León Gieco y Luis Gurevich, empezó la ceremonia, canción que fue interpretada por todas las y todos los presentes. Luego fueron Alejandra Rabinovich con su “Venganza de amor” en homenaje a su hermana desaparecida, fue Víctor Heredia que cantó “Mara” dedicada su hermana desaparecida, fueron más canciones que nadie dejó de corear (“Honrar la vida” de Eladia Blázquez, “Que se queden quietas” de Teresa Parodi, un hermoso tema en la voz grabada de Silvio Rodríguez y otro tema de Los Caballeros de la Quema –letras que la Parroquia Santa Cruz había recopilado en un suplemento especial con algunos textos homenajeando a las Esther, Mary y Azucena). Sara Mamaní nos regaló una canción sobre la tierra. El padre Carlos nos regaló la palabra de Dios a través de “Cómo contarle a mi gente”, una bella canción que citaba en uno de sus párrafos “¡Parece mentira, Padre cómo te hemos usado!, para crear jerarquías y divisiones entre hermanos”.

“La Dirección General del Centro de Gestión y Participación Nº 7 junto con el equipo de Asesores enaltecen la lucha que Azucena, Esther y María Eugenia nos supieron contagiar. Las recordamos con el mayor de los afectos y reivindicamos su espíritu de Verdad y Justicia. La Memoria es el presente para la construcción del futuro que sus hijos y los otros hijos desaparecidos soñaron una vez: una Argentina igualitaria y unida. Con el mayor de los respetos.”

Entre los presentes pudimos ver al Jefe de Gobierno Aníbal Ibarra, a la Senadora Cristina Fernández de Kirchner, a varios compañeros y varias compañeras de militancia y de la Secretaría de Descentralización y Participación Ciudadana, al ministro de Educación de la Nación Daniel Filmus, a los militantes María Lubertino, Eduardo Macaluse, Eduardo Jozami y Dante Gullo, al Secretario de Derechos Humanos Eduardo Luis Duhalde, al gremialista Julio Piumato, a la actriz María Ibarreta, el periodista Horacio Vertbisky, al premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, la periodista Miriam Lewin, Fray Antonio Puigjané, Liliana Denis (Asesora de DD.HH. del CGP Nº 7 e integrante de Madres de Plaza de Mayo-Línea Fundadora, que tiene amigos y amigas y su hermano Carlos Denis desaparecidos/as), Mara Brauer –ex Directora General de Atención a las Víctimas-, Graciela “Vicky” Daleo –ex detenida de la ESMA- que eligió expresarse hacia Azucena, Mary y Esther.

“Un nuevo brote se hace flor en la memoria de la vida, esa flor refulge en el campo de los desaparecidos y abre caminos. Tres madres del dolor cierran lo verosímil para transformarlo en verdad.”

Fue una tarde distinta, llena de emociones y llantos. Un duelo llegaba a un fin pero continúan otros. A veces nos preguntamos por qué se acentúa tanto en dejar el pasado para la historia y abocarnos al futuro. Sabemos que todo lo que no cierra siempre seguirá goteando. Expresa Charly García en su “Transformación” que “Y cuando estés cansado de sangrar verás que ya no hay nada que encerrar... Y cuando estés cansado de llorar ese vacío ya no te hará mal...”. Cerrar heridas, como las que tienen muchos argentinos y muchas argentinas, las podemos hacer de dos maneras: una es a través de las terapias y los duelos personales, la otra es a través de la justicia. En nuestro país, aunque muchas veces el velo de la justicia entreabrió sus ojos para hacer la vista gorda, es hora de encontrar la verdad que nos haga libres. Es a través de la justicia que cerraremos las heridas institucionales, es a través de la justicia que lograremos construir un país en serio, es a través de la justicia que podremos empezar el futuro.

A las 13 hs se celebró una ceremonia privada para los familiares de Esther y Mary en el lateral de la Iglesia Santa Cruz, sobre la calle Estados Unidos; debajo de dos grandes palmeras fueron inhumados los restos de las madres. Luis Bianco, hijo de Mary, compartió con los presentes –casi cerrando el homenaje- que por vez primera había podido tocar los huesos de su mamá y que no tenía sus manos. Contó que siempre la recordaba cada noche acariciándolo en sueños; hoy también sabe que a pesar de que se las sacaron, ella seguirá acariciándolo. Fue un instante muy doloroso. Acto seguido, el padre Carlos cantó “Las manos de mi madre” de Peteco Carabajal: “Ellas se brindan cálidas, nobles, sinceras, limpias de todo ¿Cómo serán las manos del que las mueve gracias al odio?”

“Hoy sé bien adonde están las cosas muertas, no me vengan con oscuras bendiciones, sólo quiero un beso tibio de la vida sin recuerdos de tortura y dictadores. Mara, Mara, Mara, déjame sentarme aquí a pensar tan sólo en vos, a mirar en tus ojos estrellas más grandes que el sol.”

Después de tres horas de ceremonia se repartieron rosas rojas para que todos y todas las dejáramos sobre las tumbas, con sendas placas recordatorias de Esther y Mary, mientras Víctor Heredia, guitarra en mano, interpretó “Todavía cantamos, todavía pedimos, todavía soñamos, todavía esperamos...”

Las voces se hicieron escuchar, las voces de las Madres de la Plaza (Marta Ocampo de Vázquez, María del Rosario Cerruti, Laura Bonaparte -con siete familiares desaparecidos-); el pastor De Luca muy conmovido; una sobrina nieta de Mary Ponce que fuera secuestrada cuando bebé, contó la historia de lucha de Mary y de Mirta Baravaglia –a quien invitó a su lado- quienes, en pos de exigirle al juez interviniente –que pretendía expropiar a la beba-, fuera restituida a sus familiares, lo que finalmente consiguió; las voces de HIJOS exigiendo “ni olvido ni perdón y cárcel común y sin privilegios a los genocidas”; las voces interiores que se multiplicaban en el silencio y en los latidos del corazón a partir de un pedido del párroco Carlos, para que cada uno y cada una se regocijara en sus propios duelos. Y luego las VOCES se multiplicaron y se confundieron en cada pronunciación que cada asistente gritaba dándole IDENTIDAD a cada familiar y amigo o amiga desaparecida. Todos y Todas gritando ¡PRESENTE!


Fuente: Prensa CGP 7

 

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